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Jornadas de entre-dichos sobre la presentación de enfermos de Lacan: M. Prado

El cuerpo que sostenemos

Manuel Prado

Entre-Dichos

A partir del descubrimiento y desciframiento de los síntomas histéricos, el carácter traumático de la sexualidad y el texto de Más allá del principio del Placer, donde algo se manifiesta como goce, como nocivo, sabemos que el cuerpo tiene relación con el Inconsciente o, si quieren, el Inconsciente no es sin relación al cuerpo.

En nuestra práctica encontramos que el cuerpo es una realidad, si decimos realidad es porque es una creación; el cuerpo es secundario, no nacemos con un cuerpo, construimos un cuerpo. El cuerpo que entra en escena es tejido por el significante. Lo biológico queda fuera de juego.

Lacan elabora tres teorías sobre el cuerpo a lo largo de su enseñanza.

En la primera, a partir de la imagen, Lacan aborda el problema del cuerpo en el Estadio del Espejo. A este período de su enseñanza, Lacan le llama “sus antecedentes”, considera que precede a lo que sería propiamente su enseñanza. Efectivamente, durante este período que precede al Discurso de Roma, considera que para hacer un cuerpo se precisa un organismo vivo más una imagen, es decir, atribuye a la unidad de la imagen el sentimiento de unidad del cuerpo, unidad que es dada por una gestalt visual y aprehendida por el sujeto a partir de la unidad de su forma en el espejo.

La segunda, a partir de la introducción del objeto a y los nudos.  Se trata de un cuerpo topológico con un agujero central en cuyos bordes se construye un cuerpo. Las distintas estructuras clínicas dan cuenta de la relación del objeto a, como falta, con el cuerpo.

La tercera elaboración es más complicada, ya no se trata de la imagen, ni del agujero topológico, se trata de algo más anterior, las primeras marcas, lo que tiene que ver con lalengua, (lalangue) con la letra. Lacan ya ha definido al sujeto como el parlêtre. Se trata de un cuerpo donde acontece el eco de un decir. Es un cuerpo que habla con un decir que produce ciertos acontecimientos, como apreciamos en la práctica clínica.

Para tener un cuerpo es necesario que el significante lo atraviese, vaciándolo de organismo y dotándolo de imagen, lo que produce un cuerpo imaginario y un resto, el objeto a.

También es necesario que las dos operaciones por las que se constituye el sujeto, la de alienación y la de separación, se hayan producido. (S. XI).Evidentemente, si estas operaciones fallan y no hay sujeto, tampoco hay cuerpo.

Entonces, el cuerpo verdadero, el primer cuerpo -dice Lacan- es lo que denomina el cuerpo simbólico, el lenguaje. Lo simbólico es un cuerpo en tanto sistema de relaciones internas, “cuerpo incorporal que al incorporarlo da un cuerpo.” (Radiofonía)

El lenguaje es la estructura, la gramática y la localización que subtiende toda la experiencia corporal, incluso la más convencional: visual y cenestésica.

La lectura y el trabajo de tres presentaciones de enfermos de Lacan, que responden a distintas estructuras clínicas muestran, desde mi punto de vista, diferentes modos de relación con el cuerpo y forma de soportarlo, de tener un cuerpo.

Los casos trabajados son: Una psicosis lacaniana, 13-2-76. Caso Travestismo/transexualismo, 27-2-76 y Caso enfermedad de la mentalidad. 9-4-76.

En la enseñanza de Lacan hay tres dimensiones de la experiencia humana que dan lugar a la estructura del psiquismo. Esas tres dimensiones, (dit-mansions, mansiones del dicho) son lo Simbólico (el lenguaje), lo Imaginario (la imagen del cuerpo) y lo Real, que sería lo imposible de representar por las dos dimensiones anteriores. Esas tres dimensiones tienen que estar anudadas para afirmar que se sostiene y habita un cuerpo propio. Si una de ellas se desanuda, la relación y la experiencia con el cuerpo son sintomáticas. Como se ponen de manifiesto en estos casos. En el encuentro con el lenguaje lo vital del cuerpo, lo orgánico, se pierde -el significante mata la cosa-, lo que en ulteriores desarrollos se engloba dentro del concepto de castración. Y según la respuesta que se dé a ella se organizan las estructuras clínicas freudianas: Neurosis, Perversión y Psicosis que, a su vez, dan lugar a distintas formas de habitar, y relacionarse con el cuerpo propio.

El cuerpo pertenece al registro de lo imaginario, que proporciona una cierta estabilidad y una cualidad de lo imaginario: es la consistencia. Así el cuerpo imaginario que podemos tener, en su mayor parte, es un objeto de la realidad, concreto, visible, palpable, imaginarizable, un cuerpo positivo que forma parte de la escena del mundo y que fascina.

Para empezar, digamos que tener un cuerpo significa «sostenerlo», supone el mantenimiento del amarre o anudamiento en los registros real, simbólico e imaginario. El cuerpo es un artificio, que muestra la relación del cuerpo con los avatares del goce, la in-corporación del lenguaje y las relaciones imaginarias. Hay que saber hacer algo con él.

Primero empezamos leyendo el caso de Una locura lacaniana, donde el elemento principal destacado por Lacan son las palabras impuestas

Iniciado el diálogo con el Sr. Primeau, Lacan no vacila en darle la palabra, enfatizando que es él, el señor P. quien sabe lo que le ocurre.

La palabra impuesta pone de manifiesto la desunión respecto al lenguaje, frases que emergen, no reflexivas. Su creación poética es un intento para adueñarse de sus palabras

Es un telépata emisor y este carácter telepático del lenguaje afecta a su cuerpo, su cuerpo es transparente. Vive obsesionado con él. “A nivel de la imagen vivo sin límites, a nivel real vivo con límite, aunque solo sea con mi cuerpo”. Su cuerpo es una obsesión. ¿Cómo se realiza la división entre el cuerpo y el espíritu?  Quiere experimentar ser una mujer. La masturbación la vive como una levitación.

Es un ser hablado por el Otro, por las palabras que se le imponen. No puede reconocerse en su imagen especular porque no llegó a constituirla por falta de la función del Nombre del Padre y fallo en el Estadio del Espejo, constituyente de la imagen especular y del yo.

           En la neurosis histérica, el síntoma conversivo no es idéntico al fenómeno corporal de la esquizofrenia, ni la relación entre lenguaje y cuerpo coinciden en la histeria y en la anteriormente llamada demencia precoz. Para dar cuenta de esa relación en la esquizofrenia, Freud construye la noción de lenguaje de órgano (Freud, 1915), para abordar algunos de los fenómenos del cuerpo en esta psicosis y establecer las diferencias con respecto a las inervaciones motrices y sensitivas de la histeria. Una de ellas consiste en que, para el paciente histérico, su síntoma corporal es enigmático: desconoce aquello que sustituye, porque precisamente el cuerpo allí es metáfora, viene en lugar de un pensamiento inconsciente. En cambio, el fenómeno corporal en la esquizofrenia es la encarnación literal de un dicho que se manifiesta a cielo abierto: no sustituye a ningún significante, pues en el lenguaje de órgano, dicho y cuerpo coinciden. Es estructuralmente distinto que el cuerpo pueda funcionar como material de lenguaje a que el lenguaje sea el cuerpo mismo.

La relación cuerpo-lenguaje (en la esquizofrenia) permite explicar dos órdenes de fenómenos corporales: los fenómenos de inconsistencia de la imagen del cuerpo y los fenómenos de alienación del cuerpo y sus funciones a la palabra del Otro. Para abordar la explicación referida a los primeros, vamos a tomar como punto de partida una cita textual de Lacan en Radiofonía: «El sujeto que se sostiene en él (el cuerpo) no sabe que es el lenguaje el que se lo discierne…»

En la psicosis, la operación de castración no se produce, por la no inscripción del Nombre del Padre; el cuerpo queda como demasiado real, demasiado vivo, un cuerpo que se vive como extraño, incluso como enemigo, que no obedece a la voluntad de su dueño, con el que hay que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerlo medianamente en orden.

Observamos manifestaciones de una profunda perturbación de la relación con el cuerpo; desde alteraciones de la imagen corporal, alucinaciones cenestésicas y propioceptivas, hasta monumentales delirios de influencia, transformación y usurpación del cuerpo en su totalidad. Alteraciones en la unicidad del cuerpo con la mente.

En ocasiones, las alteraciones corporales, los sentimientos de extrañeza con respecto a la imagen del cuerpo, las alienaciones de la postura y los movimientos se encuentran coordinados en un sistema delirante, según el cual, alguien exterior, terrenal o divino, es el agente de todas estas transformaciones ejercidas sobre quien las experimenta: es el delirio de influencia corporal, el cuerpo es una alteridad. Como ocurre en nuestro caso.

          El cuerpo es propiedad cuando, y solo cuando, es significante, es decir, algo que entra en el juego de los intercambios sociales y en la serie de los otros cuerpos, un cuerpo entre los otros. Esto sucede cuando, además de la operación de incorporación del lenguaje, se establece lo simbólico como incorporal. Esto es importante tenerlo en cuenta. Son necesarias las dos operaciones. No quiere decir que el significante deje de producir efectos en el cuerpo, sino que lo simbólico no se constituya en pura experiencia corporal, lo que precisamente sucede en la esquizofrenia. Es por esta razón que los esquizofrénicos pueden vivenciar la experiencia de tener la cabeza separada del tronco: el dicho sobre el cuerpo se amalgama con la experiencia del mismo. El esquizofrénico pone en evidencia que el cuerpo es algo que se construye desde los dichos del Otro, cuya incidencia en el cuerpo es también de segmentación: los dichos establecen órganos y partes que pueden funcionar o no en un sistema. El cuerpo es un hecho del discurso.

Podríamos concluir entonces, que en la esquizofrenia se ha incorporado el lenguaje, pero no se ha producido la in-corporación de lo simbólico y entonces el goce del cuerpo coincide, está en continuidad, con el goce del Otro. En este caso el lenguaje despedaza el cuerpo.

Experiencia de extrañeza y alienación corporal, en este caso la experiencia del cuerpo deviene xenopática: el cuerpo y sus partes no les pertenecen más, alguien o algo se adueña de su cuerpo y tiene el poder de operar sobre ellos. Recordemos la experiencia de extrañeza por usurpación corporal inmortalizada en la novela de Marguerite Duras El arrebato de Lol V. Stein (Duras, 2010) en la cual, Lol, heroína de la misma, ha sido desposeída de su cuerpo en el momento en que su prometido decide fugarse con otra mujer durante un baile: no hay duelo por el desengaño amoroso, no hay celos femeninos en juego, lo que fue arrebatado a Lol irrecuperablemente en esta escena fue su propio cuerpo.

Sra. B

En este caso, junto con la no posesión del cuerpo, parece estar implicada necesariamente la pérdida correlativa de la identidad personal. En el caso de parafrenia imaginativa entrevistada por Lacan en los años 70 publicada bajo el nombre de Caso Brigitte, (Enfermedad de la mentalidad. 9-4-76) se hace evidente que la identidad personal variaba al ritmo del cambio de vestimenta; la identificación circunstancial con algún partenaire no lograba consolidar nada: «me gustaría vivir como un vestido» expresaba la paciente en la entrevista, al respecto Lacan dice: «Esta persona no tiene la menor idea del cuerpo qué tiene que meter bajo ese vestido, no hay nadie para habitar la vestimenta”. No ha habido inscripción significante que deje un resto; el objeto a.

El comentario que Lacan realiza cuando se retira la enferma, al tomar lo dicho por ella: “[soy] un vestido colgado… me gustaría vivir como un traje”. Lacan abre un interrogante al plantear que es muy difícil pensar en los límites de la enfermedad mental, que la Srta. B: “No tiene la menor idea del cuerpo que mete en su vestido.

“Nadie vive en ese vestido… Hay un vestido, pero nadie se mete dentro. Solo tiene relación con su ropa”.  Ella busca aquello que pueda anclarla en un discurso, sin lograrlo. Colgada como puro semblante, ya que: “…lo que hay bajo el hábito y que llamamos cuerpo, quizás no es más que ese resto que llamo objeto a. Lo que hace que la imagen se mantenga es un resto.”  Es por eso, justamente, por no tener ese resto, que la Srta. B es un vestido colgado sin cuerpo.

Nuestros comentarios apuntaban a la idea que no funcionó el significante del Nombre del Padre. No hubo anudamiento de los tres registros ni operatividad del Estadio del Espejo.

El imaginario no anudado es un imaginario que no incluye ninguna significación, y se reduce a la imagen del cuerpo. Para tener un cuerpo es necesario que la dimensión imaginaria del cuerpo esté anudada a las otras dos, simbólica y real

En la Sra. B, según C. Soler, hay un desanudamiento de lo real en el cruce de I y S, obligándola a un deslizamiento continuo de lo real suelto. Discurso sin articulación que no produce semblante.

La búsqueda de la Sra. B de una imagen con la que identificarse lleva a decir algo sobre el concepto de Semblante.

En el Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, Lacan dice queel discurso “es” del semblante, que el semblante se produce solo en el discurso. Esto implica que ambos conceptos, discurso y semblante, son solidarios entre sí.

La Sra B. no parece mantener un sólido discurso, por lo tanto y según lo anterior, no juega ningún semblante y, como consecuencia, no hace lazo social.

Lacan extiende el semblante a la representación del cuerpo: el semblante es el cuerpo en lo que tiene de representación. El cuerpo parece algo que no es (aquí tenemos toda la vertiente de su unidad imaginaria, que vela el organismo) y es soporte de un discurso, que está regulado por el semblante que lo soporta. Que un discurso esté regulado por un semblante quiere decir, entonces: regulado por el cuerpo que hace de soporte a ese discurso. A partir de sostener un discurso, un cuerpo se subjetiva: la posición subjetiva es entonces un efecto del semblante.

El semblante implica tener en cuenta que un cuerpo es soporte de un discurso. Que “lo regula” quiere decir que “lo condiciona”.

¿Si no hay cuerpo, qué discurso puede sostener? Pregunta que nos hacíamos sobre la Sra. B.

Notas sobre la debilidad de la mentalidad que enmarca esta presentación

Lacan sitúa la debilidad como un efecto del significante. Estamos por lo tanto ante un fenómeno de la subjetividad, es decir ante uno de los efectos posibles de la constitución del sujeto en el campo del lenguaje. Se trata de explicar la debilidad mental desde la constitución como ser de lenguaje, es decir, desde «la función y campo del lenguaje y la palabra», desde el inconsciente estructurado como un lenguaje.

Lacan está indicando que no es tanto la inteligencia como capacidad, sino las formulaciones significantes, que dan lugar a la trama significante y a la producción de la falta como «incógnita» propia del ser de lenguaje.  Lacan señala las dos dimensiones del lenguaje, imaginaria y simbólica, identificando la debilidad mental a la dimensión imaginaria. La dimensión simbólica implica la equivocidad del lenguaje donde una misma palabra designa dos cosas completamente distintas una de la otra.   

Tener en cuenta el equívoco, en síntesis, esta es la capacidad que le falta al débil mental, No suponer el error, no calcular el vacío, lidia con lo parcial en vez de lidiar con lo real, son todas estas posibilidades que tenemos y que si no las usamos estamos destinados a la debilidad mental… El débil mental se apega al sentido y esto le hace desconocer otras dimensiones del lenguaje.

Lacan se refiere a la debilidad mental, en la lectura del 15/03/72 del seminario …o peor: «Yo llamo debilidad mental, el hecho de que un ser, un ser parlante, no esté sólidamente instalado en un discurso. Eso es lo que hace el precio del debilucho. No tiene otra definición que se le pueda dar, sino ser lo que se llama un poco desviado, es decir que entre dos discursos flota. Para estar bien asentado como tema hay que ceñirse a uno o bien saber bien lo que hacemos. Pero que estemos al margen no quiere decir saber lo que estamos diciendo.

La debilidad mental no se anuda el registro simbólico con el objeto resto, no hay relación entre la cadena significante y «otra cosa» radicalmente distinta.

Quizás, la verdadera cuestión acerca de la debilidad mental, desde el psicoanálisis de orientación lacaniana, sea por la ex-sistencia en lo real de «algo que rechazar», La mente sería débil cuando no tiene contacto con la ex-sistencia de lo real.

Lacan dice en la primera lección del seminario R.S.I.: «Hay algo que hace con que el ser que habla se muestre destinado a la debilidad mental. Y esto resulta solamente de la noción de Imaginario, en que el punto de partida es la referencia al cuerpo y al hecho de que su representación, todo aquello que por él se representa, no es nada más que el reflejo de su organismo. Es la menor de las suposiciones implicadas por el cuerpo.»

            El débil mental quiere mantener al Otro como verdad absoluta porque sufre con dudas respecto del Otro de la ley. La indecisión, la falta de firmeza total del débil frente a lo que es cierto o errado.  Es justamente ahí que se torna más notable su dependencia de la palabra del Otro.

De la misma manera, el débil mental no consigue decidir en lo que respeta a la equivocidad del lenguaje; es terriblemente ansioso para tomar decisiones. No sabe lo que una palabra significa, pero no pregunta, observa cómo la palabra es usada por otros que supuestamente la saben usar.

El débil mental está marcado por una pérdida real en su cuerpo, un cuerpo difícil de ser subjetivado. Se trata del cuerpo subjetivado, del modo como el cuerpo es aprehendido por el sujeto, del modo como fue investido libidinalmente, cuerpo pulsional reunido por la imagen corporal en el espacio especular. La subjetivación del cuerpo implica pérdida y no exceso de goce. Resulta en un cuerpo marcado por la pérdida, pero una pérdida estructural para el ser que habla y que se llama castración. 

En la debilidad se trata de una relación particular del sujeto al Otro. El débil rechaza el saber de la castración del Otro y el saber de la verdad del inconsciente, engañándose al imaginarse un Otro completo. El Otro del débil se presenta entonces incuestionable en su veracidad, no hay dudas de que el Otro sabe. Es así como el sujeto se posiciona como débil para conservar intacto a este Otro: se sacrifica.

 Caso de travestismo y transexualismo.

           Las preguntas de Lacan van dirigidas para tratar de asegurar dónde se coloca el sujeto respecto a su objeto que falta, ¿a la castración?

Desde pequeño le gustaba vestirse de niña. A escondidas de sus padres. Solía hacerlo en el cuarto de baño. Le gustaba el nylon.

           Es consciente de que es un hombre.

           La ropa de travestido le da la felicidad interior del corazón, el carácter dulce, de mujer.  No puede sentirse hombre con una mujer, ni mujer con un hombre. No le atraen. Ha probado con uno y con otra y no funciona.

          En una relación con una chica, se vio obligado a cumplir como hombre; todos lo hacen.

           Esconde su travestismo. En la calle se ve acosado vestido de mujer

           Interrogado sobre su infancia se sentía celoso de las hermanas (4) y un hermano. Sentía odio y envidia. Su deseo de ser chica es porque la ropa es más suave. ¿Es la ropa o lo que esconde la ropa?

          Ha sido drogadicto. Era una forma de olvidarse de que era un hombre, era mujer porque iba vestido de mujer. La droga le calmaba. Morfina y cocaína juntas. La droga le ayuda a sentir mejor su personaje. Tenía ganas de suicidio cuando flipa. Es consciente de ser un hombre, aunque sea un travesti. Recuerda su infancia feliz porque podía travestirse a escondidas.

          Ha tenido relaciones sexuales por inercia con alguna chica; no lo piensa, las lleva a cabo. Durante un año vive con una chica, no trabajaba, estaba siempre vestido de mujer, incluso cuando hacía sexo. Se sentía mujer, olvidaba que era un hombre. Vivian como dos lesbianas.  Fuerte deseo de ser mujer. Intento de cambio de sexo por cirugía, pero fracasa. Intento de suicidio y posterior internamiento.  Las preguntas de Lacan tratan de cercar los objetos del sujeto, que hable de lo que causa su padecer, de su subjetividad, de su capacidad de goce y placer. Pregunta por las posiciones como hombre y mujer que aparecen en su realidad de cada día. Vestido de mujer es feliz, se encuentra a sí mismo. Se pone el nombre de Corinne, una niña de su infancia.  Habla de un sueño-pesadilla, Lacan le hace hablar y le hace alguna asociación. Sueño: “una mujer que venía a hacer daño a la familia; les cortaba las piernas.” Lacan le recuerda su intento de suicidio: cortarse. Lo niega.  No se identifica con la mujer del sueño. La mujer del sueño es rubia. Hace un año se tiñó el pelo de rubio. Identifica el rubio del pelo con la mujer rubia del sueño.  ¿Coincidencia reprimida? Ella quiere hacer daño y él hacía daño a sus padres por travestirse. Las preguntas de Lacan lo llevan a describir los rasgos de la rubia: “facetas como una cara de hombre.” Dice que volvió a entrar en el sueño. “Hacía daño. Cortaba miembros.” Lacan se lo asocia con su intento de cortarse el miembro. (emasculación). A él la mujer rubia no le hacía daño, hacía daño a los padres, a los hermanos les cortaba los pies.           Lacan pregunta por su relación con su miembro.  Cómo se posiciona frente al sexo y frente al otro sexo. Se masturbaba por presión con los muslos y mano. No era normal como

los otros chicos. Padece fimosis. Siempre tuvo dificultad para empalmarse y para la penetración. Dolor. Ahora quiere convertirse en mujer si estuviera sano. Está enfermo por ser un hombre. La solución es tomarse por ser mujer. Ser hombre le angustia, es horrible. No lo puede admitir por eso piensa en el suicidio. Trabajó como mujer, limpiando.           Piensa operarse, hormonarse. Operarse la cara; no la puede esconder bajo la ropa. Los rasgos sexuales secundarios (la barba) no los puede ocultar, aunque se maquille. La mujer sí puede esconder su sexo. Lacan da por cerrado el caso para un posible cambio. Su deseo transexual desde pequeño está presente. La operación puede ser la salida.

Preguntas y temas relacionados:

¿Cómo juega el cuerpo en el travesti y en el transexual?

Lacan habla por primera vez del transexualismo en 1957, en El Seminario 4, La relación de objeto:

“Quienes asisten a mi presentación de enfermos han podido comprobar en uno de nuestros pacientes transexuales, que nos la describió, el carácter verdaderamente desgarrador de la dolorosa sorpresa experimentada el día que, por primera vez, vio a su hermana desnuda.”

Rechaza la cara de hombre y el pene como signos que le impiden ser como una mujer, vive desde lo real del cuerpo; falta una operación en el registro de lo simbólico.

Tiene una relación imaginaria con una parte real del cuerpo y pretende reparar ese daño imaginario, a veces delirante, ese error, por medio de la cirugía, para la cual el cuerpo es tratado como un objeto real/parcial.

Lacan habla por primera vez del transexualismo en 1957, en El Seminario 4, La relación de objeto:

“Quienes asisten a mi presentación de enfermos han podido comprobar en uno de nuestros pacientes transexuales, que nos la describió, el carácter verdaderamente desgarrador de la dolorosa sorpresa experimentada el día que, por primera vez, vio a su hermana desnuda.”

Rechaza la cara de hombre y el pene como signos que le impiden ser como una mujer, vive desde lo real del cuerpo; falta una operación en el registro de lo simbólico.

Tiene una relación imaginaria con una parte real del cuerpo y pretende reparar ese daño imaginario, a veces delirante, ese error, por medio de la cirugía, para la cual el cuerpo es tratado como un objeto real/parcial.

El transexual y/o travestido padece de una carencia simbólica. Habría que ver si se trata, en el cambio de sexo, de un pasaje delirante al acto o de una escritura del deseo. Cabe pensar que en el cuerpo del transexual no se efectuó con éxito el corte del lenguaje, pues quedó un resto de la anatomía, el pene, como significante del falo como real, su cuerpo está fragmentado.

Dentro de los testimonios, entrevistas y autobiografías de sujetos llamados “transexuales,” predomina un tema sobre todos los demás: la identidad. Ellos dicen que la búsqueda de la propia identidad no es un camino fácil de atravesar y que la aceptación de la sociedad es aún más difícil de lograr. Se puede hablar de transexuales, bisexuales, travestis, gay… etc., pero hemos visto que, para el psicoanálisis, no existe una identidad completa o terminada que pueda dar cuenta del sujeto, porque no hay significante capaz de nombrar su ser. Es por eso que ahora se habla de diversidad sexual, casi de una multiplicación del género.

En el caso del travesti/transexual, su cuerpo pasa por la no inscripción fálica. Lacan leerá esta antinomia de la inscripción en el inconsciente de la presencia o ausencia de órgano, en términos de lenguaje, y separará de este modo el concepto de falo del órgano masculino. No es la presencia del órgano masculino la que simboliza el falo, es la ausencia de ese mismo órgano la que permite simbolizarlo.

              El tercer paso del proceso de la sexuación alude a la elección del sujeto, que debe decidir si acepta o no esta categorización. Es “un niño” o es “una niña” solo será verdad si experimenta el goce correspondiente, un goce todo fálico, es decir, de órgano, o un goce no todo fálico (goce fálico y no fálico), y acepta inscribirse él mismo en la función fálica.           

                 Sea cual sea su anatomía, el sujeto ha de consentir inscribirse en la función fálica, lo cual implica aceptar la castración, aceptar, experimentar un goce y poder soportarlo. No basta con que se le inscriba desde fuera. Este paso es el más importante. Ellos lo rechazan. Ellos son de otro sexo y su padecer es resultado de un error del Otro, de la naturaleza y del registro. Serían tres errores.

Lacan señala que “un órgano solo es instrumento en tanto significante” Cita Al no poder hacer del falo un significante, el transexual queda pegado a la anatomía y rechaza el órgano.  

                 Las evidencias biológicas del sexo son rechazadas, por eso no se identifica como hombre ni como mujer. ¿Busca ser el Hombre o La mujer?

                 En nuestro caso es lo que le sucede, busca colocarse como hombre y fracasa, igualmente que cuando lo hace para ser mujer.

                 Si el transexual rechaza el órgano, dice Lacan, no es en tanto órgano sino en tanto significante.

                 El transexual rechaza ese significado del Otro en lo real del cuerpo, el juicio de reconocimiento del Otro no puede pasar por la lengua fálica. Al rechazar ser significado como falo por el discurso sexual trata de forzar el discurso sexual mediante la cirugía.

              Como el transexual toma el significante por el órgano, por lo real, quiere extirpar lo real del órgano, aunque es el significante el que le persigue.

              Millot plantea que el síntoma transexual funciona como un intento de paliar la ausencia del significante del Nombre del Padre, en la medida en que tiende a encarnar a La Mujer toda entera.

             Tiene una relación imaginaria con una parte real del cuerpo y pretende reparar ese daño imaginario por medio de una intervención en lo real del órgano. Busca en la cirugía un Nombre del Padre.

             Padece de una carencia simbólica, no se efectuó con éxito el corte del significante, quedó un resto de su anatomía como real.

El caso del transexual pretende ignorarlo, su sintomatología no es del orden del cuerpo orgánico, ni pene, ni barba, sino del significante que lo nombra.

           En el caso del Travestismo/Transexualismo la relación que vive con el cuerpo biológico es conflictiva, sabe que es un hombre, pero quiere aparecer como mujer por eso se viste como tal. Confunde el ser con el parecer, ignora que el ser lo otorga el significante, no el organismo ni la imagen. Confunde el pene con el falo. Quiere recurrir a la cirugía, que viene a ser un llamado al Nombre del Padre, para que repare en lo real lo que no se constituyó en lo simbólico.

           A modo de resumen: en los tres casos hay un déficit de operación del Nombre del Padre de diverso grado. Dentro del nudo borromeo, RSI, uno de los registros queda suelto. En la Psicosis lacaniana, el S queda suelto. En el caso de la Sra. Brigitte, el real y, en el caso del Travesti, también el I.

          En la Sra. B, según C. Soler, hay un desanudamiento de lo real en el cruce de I y S, obligándola a un deslizamiento continuo de lo real suelto. Discurso sin articulación que no produce semblante.

Bibliografía

Freud, S.; (1911) Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente. En Obras completas Vol. XII. Amorrortu Editores. Buenos Aires.         

Freud, S.; (1915) Lo Inconsciente. En Obras completas Vol. XV. Amorrortu Editores. Buenos Aires.        

Lacan, J.; Seminario3, Las psicosis; 1955-56.                                      

                  Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante.

Lacan, J.; “De una Cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.” En Escritos 2. Siglo XXI Editores; Buenos Aires. 

Lacan, J,; “Radiofonía” en Otros Escritos; 1970.

Lacan, J,;  Seminario 22, R.S.I.; 1974; Inédito.  

                   Seminario 23, El Sinthome

Soler, C.; Estudios sobre las psicosis; Manantial; Buenos Aires; 2012.

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