|

Jornadas de entre-dichos sobre la presentación de enfermos de Lacan: Edith Mac Clay

La presentación de enfermos, equívocos en cuanto a sus términos y a sus resonancias.

Una experiencia particular

Edith Mac Clay

   L’instance lacanienne

Hola, buenos días, gracias por invitarme a compartir este momento con ustedes. Vivo en París, donde practico el psicoanálisis. Soy miembro de L’instance lacanienne, que es una escuela de psicoanálisis, donde reflexionamos sobre la transmisión del psicoanálisis y la formación del psicoanalista.

Me parece interesante vincular estas reflexiones realizadas en mi escuela con el tema que los ocupa en Entre-dichos desde hace un cierto tiempo, sobre las presentaciones de enfermos de Lacan. Para ello, partiré de mi propia experiencia.

Hace treinta años, apenas llegada a París, me inscribí en la sección clínica de una escuela en relación con mi matrícula universitaria.

En este contexto, asistí por primera vez a una presentación de enfermos en el Hospital Paul Guiraud de Villejuif. No había un analista-presentador sino tres que se alternaban cada mes.

Una de las presentadoras, una conocida psicoanalista, formaba parte del personal, era la jefa de servicio. Esto le daba un lugar especial, era como estar un poco en casa, cosa que Lacan no hizo nunca, porque iba a hacer estas presentaciones en otro territorio que el suyo, Lacan mantenía una posición en la transmisión del psicoanálisis de extraterritorialidad, tanto en la realización de su seminario como en las presentaciones de enfermos. Cierro el paréntesis. En la presentación de enfermos en el hospital Paul Guiraud, el público estaba compuesto por los inscritos en la sección clínica, los estudiantes como yo y el personal del hospital.

El público se sentaba en sillas colocadas en la sala, y luego el psicoanalista presentador se sentaba sobre un escenario, frente a la persona presentada.

En ese momento, con mis 26 años, me sentí incómoda. Me parecía que el público se reía o se manifestaba demasiado para mi gusto, me quedé anotando todo lo que oía, a lo largo del año, sin saber qué hacer de lo que escuchaba, con una sensación de incomodidad como si hubiera estado en una feria como la de la película Freaks, de Tod Browning de 1932, donde se exhiben monstruos.

No sé si la experiencia llegó demasiado temprano para mí, en relación con el momento de mi análisis, o si fueron los presentadores los que tenían un estilo particular, demasiado «expertos», o si, como yo, el público era demasiado inadecuado para la experiencia, demasiado seducido por el saber médico; en todo caso, la experiencia no me gustó.

Lo único que me gustaba era entrar en ese hospital, caminar por el jardín y ver a los pacientes que paseaban libremente. Al año siguiente dejé de ir.

Tuve que esperar hasta el 2006 para encontrar el camino de vuelta a las presentaciones de enfermos al hospital, esta vez en Moisselles, cerca de París, donde Erik Porge hacía sus presentaciones una vez al mes.

Mis coordenadas personales como público habían cambiado mucho, mi cura analítica había pasado por mí, transformando mi escucha, había empezado a recibir pacientes tomando mis responsabilidades en cuanto a mi deseo de analista y me había integrado en una escuela de psicoanálisis. 

En Moisselles, la sala era bastante diferente, no había escenario, el público estaba compuesto por unas pocas personas que esta vez habían sido elegidas y muy discretas (había analistas, analizantes, pero todos estaban en posición de analizantes). El personal del servicio también estaba allí. Elegían a una persona para presentar sobre la que el servicio se encontraba en un cierto cuestionamiento.

El ambiente era muy tranquilo, la presentación podía durar una hora o más. El presentador abría la entrevista, se tomaba el tiempo de dejar hablar a la persona, pedía aclaración de ciertas palabras, de ciertos puntos que no estaban claros, era respetuoso, amable, y firme a la vez. Si la persona quería parar la entrevista, él insistía autorizándose del consentimiento inicial del enfermo a ser presentado. No se trataba de demostrar un saber existente, déjà-là, ni de identificar una estructura. Se trataba de encontrarse con alguien en una experiencia de palabra singular y de encontrar los significantes que organizan el nudo del sujeto. El discurso del presentador estaba desprovisto de lo que se denomina una concepción deficitaria de la psicosis basada en lo que Lacan afirmó en su seminario de 1962 L’Identification, de que «cada uno es normal en su estructura».

La palabra del paciente, dirigida a un sujeto supuesto saber, era acogida con gran respeto, sabiendo que esa palabra, pronunciada por el supuesto presentado, podía tener efectos sobre todos los participantes del dispositivo:

En primer lugar, para el sujeto, el efecto de sentirse desplazado en su discurso por lo dicho en esta única entrevista. Al mismo tiempo, de sentirse sostenido por el interés que su vida y su discurso podían despertar en el presentador y en el público, lo que tenía el efecto de restablecer un vínculo con los demás. Recuerdo que algunos de los pacientes habían pedido volver a ser presentados porque este encuentro único había sido importante para ellos.

Los efectos para el presentador-analista, en la posición de sumisión completa y advertida[1] a las posiciones subjetivas de la persona presentada, él mismo, en la presentación, está sujeto a las mismas reglas que su interlocutor, es decir, a las reglas del inconsciente, de lo que se le escapa. El presentador, guiado por la docta ignorancia, conduce la entrevista a partir de lo que él mismo puede escuchar, pone en juego su parte más autista[2] para que la palabra del que tiene enfrente pueda resonar. El hecho de que el público esté presente implica que el analista es presentado al mismo tiempo que el enfermo, lo que lo hace ocupar el lugar de mitad de síntoma del llamado sujeto enfermo, y el lugar de borde de lo que se dice.

Para el público, hay efectos singulares a partir del advenimiento de la palabra de un sujeto, que se presenta en su sufrimiento, en su lógica, con las palabras que le son impuestas porque es un parlêtre. Hay una suerte de gravedad en el hecho de asistir al nacimiento, a la liberación de la palabra de un sujeto ayudado por un analista, en el hecho de ocupar la función de soporte de lo que se dice y se produce. La palabra gravedad, tiene relación con la importancia y la solemnidad del momento, en el sentido de la ley de gravedad, de lo que se cae del discurso del sujeto en la entrevista después de haber estado grávido, embarazado. 

En esta segunda experiencia, se le pedía al público un compromiso considerable. No se trataba solo de asistir pasivamente, sino también de tomar notas y transcribir las entrevistas en pequeños grupos. A veces, esos grupos asistían a reuniones con el equipo del hospital para discutir de la experiencia de las presentaciones.

En la época de Lacan, las presentaciones de enfermos no se registraban. Por un lado, esta elección parece coherente con su ética de evento único, y, por otro lado, con la importancia de pegarse al dispositivo, de estar allí con el cuerpo, de enfrentarse a lo vivido. Esa experiencia no es algo que se pueda sustituir con aparatos electrónicos, aunque actualmente esté de moda, incluso entre los psicoanalistas, sustituir el cuerpo, antro de la escucha, por el teléfono, el Zoom y otros medios de comunicación.

En la presentación de enfermos, después de Lacan, no se trata del goce de ver el poder médico en acción, como indicaba Foucault, sino de escuchar el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir, enfrente.

El dispositivo de la presentación de enfermos, subvertido por Lacan, ya no es la clínica del caso sino la clínica del dispositivo mismo. Volveré sobre esto.

Con otros compañeros, pude hacer la experiencia de la transcripción. Trabajamos durante tres años, reuniéndonos regularmente para establecer las entrevistas, que iban a ser enviadas al presentador-analista y quizá a algunos miembros del personal del hospital. Con este pequeño grupo experimentamos nuestra propia división.

Al confrontar nuestras notas, pudimos constatar que había cierta disparidad en la escucha de cada uno. Mientras que uno había borrado todo un pasaje, el otro había cambiado una palabra por otra. Cada uno de nosotros estaba allí, con su inconsciente, en la posición de sujeto dividido y en la posición de analizante, como decía Lacan, poniendo de lo suyo en la transcripción para dejar de lado las interferencias y resistencias propias. En el ejercicio de la transcripción, estábamos lejos de estar en posición de saber sobre la verdad del caso. 

Con este grupo, avanzamos muy lentamente, consiguiendo hacer una transcripción por año. El trabajo de transcripción es importante en la transmisión del psicoanálisis y quizás también en la formación del psicoanalista.

¿Qué enseñanzas pude sacar de la presentación de enfermos, como dispositivo? 

Históricamente, la presentación de enfermos formaba parte de la formación de los médicos. La psiquiatría, una disciplina nueva en el siglo XIX, introdujo la presentación de enfermos, en parte, para obtener el reconocimiento de la gran medicina. Era necesario constituir un corpus de conocimientos sobre las patologías, las enfermedades mentales, del mismo modo que se había constituido un corpus de conocimientos sobre las enfermedades del cuerpo.

Charcot, maestro de Freud, practicaba las presentaciones de las histéricas en el servicio de epilepsia de la Salpêtrière. Charcot provocaba la crisis histérica por medio de la hipnosis, el cuerpo era mostrado en sus torsiones, revelando la verdad de la enfermedad.

Clérambault, maestro de Lacan por su forma detallada de observar los casos, buscaba el asentimiento del enfermo sobre la verdad de la estructura del delirio. El diagnóstico era erigido como verdad absoluta del saber médico.

Lacan, que practicó la presentación de pacientes desde 1963 hasta casi el final de su vida, subvierte la relación entre la verdad y el saber en lo que respecta à la posición del psicoanalista. El saber proviene del paciente y el psicoanalista ocupa el lugar de sujeto supuesto saber. Esto no impide el saber del psicoanalista, pero indica que es un saber en reserva. El psicoanalista en la presentación está abierto a la novedad, a lo inédito de lo que va a escuchar, no se trata de una demostración.

Me pregunto por qué medios la presentación de enfermos como dispositivo forma parte de la transmisión del psicoanálisis y de la formación del psicoanalista.

Si partimos de la diferencia entre la transmisión del psicoanálisis y la formación del psicoanalista, me atrevo a decir que el dispositivo de presentación de enfermos es uno de los dispositivos que se encuentra en la confluencia de esas dos áreas, bajo ciertas condiciones.

La transmisión del psicoanálisis está dirigida a todos, mientras que la formación del psicoanalista es un recorrido individual (constituido en primer lugar por el análisis personal, el control, y la puesta en juego en un colectivo de un saber resultante de la experiencia con los textos fundadores del psicoanálisis de Freud y Lacan).

La transmisión del psicoanálisis tiene en cuenta una parte de intransmisible. La parte intransmisible de la transmisión es, para mí, la que se refiere a lo más íntimo de la experiencia. Muchos psicoanalistas intentan negar esta parte de lo intransmisible con viñetas clínicas, como si todo pudiera transmitirse de la experiencia del encuentro entre un analista y un analizante.

A propósito de la formación del psicoanalista, en una intervención sobre el Pase en La Grande Motte el 3 de noviembre de 1973, Lacan formula:

«Esto es lo que obtengo después de haber propuesto esta experiencia. Obtengo algo que no es en absoluto del orden del discurso del amo ni del magisterio, menos aún, algo que partiría de la idea de formación, hablé de las formaciones del inconsciente, pero hay que saber notar las cosas de las que no hablo, de las que nunca he dejado siquiera un rastro: nunca he hablado de formación analítica. Hablé de formaciones del inconsciente. No hay formación analítica, sino que del análisis surge una experiencia, que se califica muy erróneamente de didáctica (…) Esto no impide que un análisis sea didáctico (…) «[3]

Hay que hacer dos observaciones sobre esta frase:

La primera fue planteada por Erik Porge, en su seminario del pasado 5 de abril. Lacan dice que nunca habló de la formación analítica sino de formaciones del inconsciente. Esto es falso. Lacan habló mucho de la formación del psicoanalista. Entonces, ¿por qué negarlo? Esta frase introduce una brecha entre la formación del psicoanalista al estilo ipeísta y las formaciones del inconsciente, implicando que la formación del psicoanalista sólo puede basarse en el trabajo del inconsciente, con esta modalidad de experimentarlo.

La segunda observación se refiere a la palabra experiencia, que tiene varias dimensiones: enfrentarse a situaciones, observar lo que sucede en ellas, adquirir un saber sobre lo que ha sucedido y el resultado de todos estos saberes. El hecho de que Lacan utilice esta palabra en relación con la formación abre a una nueva dimensión en lo que respecta a lo que puede esperarse de la formación del psicoanalista. Esto se aleja inmediatamente de la idea de un saber certificado de experto, acercándose más bien a la idea de haber estado, y de estar siempre, en la escuela de las formaciones del inconsciente, incluso cuando se trabaja sobre los textos. Para fomentar este tipo de formación, Lacan creó dispositivos de escuela, donde se tiene en cuenta la dimensión inconsciente, como el dispositivo del pase y el del cartel.

El dispositivo de la presentación de enfermos, tal como lo practicó Lacan, puede añadirse a estos otros dos dispositivos, la presentación de enfermos es un encuentro del que surge una experiencia. Haber participado en él con el trabajo de transcripción, con la puesta en juego de las propias formaciones del inconsciente, puede contribuir a la formación del psicoanalista. Seguramente hay una diferencia entre la transcripción de un seminario y la transcripción de una presentación de pacientes en cuanto a la transmisión del psicoanálisis.  ¿Habrá más de intransmisible en la transcripción de una presentación de enfermos que en la transcripción de un seminario?

Entonces me pregunto, ¿De qué experiencia podemos ser el sujeto de un trabajo textual de las presentaciones de enfermos de Lacan? ¿Qué se transmite del psicoanálisis de estas presentaciones de enfermos que se encuentran separadas de la experiencia de haber estado allí y de haberlas transcripto?

¿Se convierten en casos a estudiar? ¿Se vuelven objetivadas? ¿Qué es lo que transmiten, qué discurso?  Estas son las preguntas que me hago hoy y que me gustaría escucharlos sobre la experiencia que han podido sacar del trabajo que han hecho.

Les agradezco de haberme escuchado.


[1]        J. Lacan, « D’une question préliminaire à tout traitement possible de la psychose», Ecrits, Editions du Seuil, Paris, 1966, p.534.

                « Cette clinique ne peut être que le prix d’une soumission entière, même si elle est avertie, aux positions proprement subjectives du malade, positions qu’on force trop souvent à réduire dans le dialogue au processus morbide, renforçant alors la difficulté de les pénétrer d’une réticence provoquée non sans fondement chez le sujet »

                « Digamos que semejante hallazgo no puede ser sino el precio de una sumisión completa, aun cuando sea enterada,a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo, posiciones que son demasiado a menudo forzadas a reducirlas en el diálogo al proceso mórbido, reforzando entonces la dificultad de penetrarlas con una reticencia provocada no sin fundamento en el sujeto » Escritos, siglo XXI editores, México, 1981, pág. 220. NOTA de E-d: la traducción de Tomás Segovia, en este párrafo, no es muy literal y, entre otras cosas, opta por poner “enterada” por  avertie que la autora de este texto prefiere traducir por “advertida”

[2]             Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, Séminaire 1967-1968, Editions Association Freudienne Internationale, Paris, 2001, p. 304.

[3]    J. Lacan, « Sur la passe » 3 novembre 1973, dans Lettres de l’Ecole freudienne, n°15, Paris, 1975, p 185-193, (source numérique aejcpp.free.fr/lacan/1973-11-03b.htm).

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *