|

Jornadas de entre-dichos sobre la presentación de enfermos de Lacan: M. Espina

PALABRAS IMPUESTAS

Manuel Espina

Entre-Dichos

“La ausencia de sentido remite a la no existencia de mediación entre el ser y el devenir.” (Ferrater Mora, tomado de Hegel)

El loco asegura la función del homosemantismo en contraposición al poeta. El espacio que media entre ellos es el saber que media entre la identificación y la diferencia”. (Foucault)

Lacan va entrando en polémica con la psiquiatría clásica al plantear que es el lenguaje lo que determina el hecho perceptivo. Y que el significante, aislado o haciendo cadena, puede imponerse al sujeto en su dimensión de voz.

La consideración de las voces como un trastorno del lenguaje, separa definitivamente a la psiquiatría del psicoanálisis lacaniano, que se aparta claramente de la psiquiatría tradicional y su “percepción sin objeto”, sosteniendo que es el lenguaje lo que constituye y determina el fenómeno perceptivo.

Lacan, en el Seminario 3[1] cita a Jules Séglas[2] considerando como “una proeza” que en su texto Lecciones Clínicas (1887-1894) fuera quien primero teorizó que las alucinaciones verbales eran una patología del lenguaje, no una patología de órgano como venía postulándose. Mas tarde Philippe Chaslin, a quien también Lacan cita en el Caso Primeau[3], hablará de xenopatía, de desdoblamiento, de locura discordante verbal, de un “desarraigo de la identidad”; “una invasión de una otredad que estalla la coraza de la identidad”. Y también considera la locura como una alteración del lenguaje.

            Llevaba Lacan 20 años tratando de elaborar una tesis que le resultara satisfactoria sobre la psicosis. Desde el Seminario 3, giraba en torno a la alucinación verbal como retorno desde lo real de lo rechazado en lo simbólico, a la elaboración del concepto de forclusion, como mecanismo etiológico de la psicosis, en el contexto de la prevalencia de lo simbólico.

Tras la introducción de las teorías de los goces, y las de los nudos en los seminarios 20, 21 y 22[4], es el Seminario 23 en 1975, veinte años después, donde progresará, en un sentido innovador, al resaltar la naturaleza parasitaria del lenguaje en el ser parlante, teorizando el concepto de sinthome. Dejándonos esa constancia del tiempo transcurrido, 20 años, al decir en la clase del 16/12/75: “si tanto tiempo he resistido a la nueva publicación de mi tesis (reeditada en 1975) es porque la psicosis paranoica y la personalidad no tienen como tales relaciones, por la sencilla razón de que son la misma[5].”

Esta fue una de las razones por las que no reeditó su tesis sobre Aimée (1932) hasta que pudo plantearse aquí la aparente paradoja de que personalidad y paranoia fueran la misma cosa.  Recordemos que su tesis lleva por título De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad[6].

¿Cómo es que no estamos todos locos? esta es la pregunta que desde entonces resuena en los oídos de todos. ¿Por qué solo algunos?

A mi parecer, resulta, pues, más importante que nunca volver al inicio.

Recordar cómo todo comienza con el impacto del significante en el viviente, provocando 3 efectos sincrónicos:

-Un cuerpo (imaginario), como atributo en el sentido de lo que se tiene.

-Una posesión (Xenopatía). El Otro del lenguaje (simbólico), el tesoro de los significantes, como lo definió Lacan en un principio.

-Y un resto (objeto a), real, y que señala una falta en el Otro, la castración, la entrada al campo del deseo y, en su momento, garante del goce.

Imaginario, simbólico y real. RSI.

Decimos: un desprendimiento, una parte aislada del organismo, un objeto real, correlativo a una incompletud del Otro. Causa de deseo, retorno de un goce, y una falta en el Otro de la posesión, del Otro del lenguaje, que deja en la estructura una inestabilidad, una cojera, una herida, y la necesidad de una apoyatura fantasmática para poder resguardarse de esa verdad estructural. Pero esto no se produce en todos los casos.

Es el significante Nombre del Padre el que posibilita significar ese cuerpo imaginario construido sobre otro (a´), en presencia, bajo la mirada de un tercero, que es segundo, -si no primero-, primordial para no implosionar y sucumbir involucionado sobre sí mismo. Es el significante Nombre del Padre, con su Nombre (Nominación) y su metáfora (entrada a la dinámica fálica y al deseo, fundamento del inconsciente), lo que procura y dialectiza ese primer deslizamiento S1–>S2, una primera metáfora que, per se, ya implica la existencia de un saber. Aunque sea insabido.

Un deslizamiento significante con efectos de discurso y de lazo social, un resto, en su doble acepción, garante del goce y causa del deseo y un sujeto dividido, escindido.

 El inconsciente no es otra cosa que la cadena significante con su efecto de significación.

Pero también existen otros efectos de goce de la lengua en forma de significantes aislados, por fuera del sentido, que es lo que nos transmitirá el Sr. Primeau con sus palabras impuestas.

La spaltung que Bleuler identificó como signo de la enfermedad esquizofrénica no era, para Freud y para Lacan, más que la esencia misma de lo humano, la marca que el significante deja en el parlêtre.

División estructural presente en el sujeto desde su origen, y observable en algunos sujetos, como Primeau, desde esa perspectiva a la que Lacan se refirió en Joyce como el inconsciente a cielo abierto. La división originaria del sujeto, efecto del significante, a la intemperie, sin mediación alguna.

¿Cómo es que no estamos todos locos? ¿Cómo es que solo algunos perciben con claridad el carácter parásito de la palabra? ¿Por qué unos sí y otros no? se preguntará Lacan en el seminario 23[7].

En la clase del 17 de mayo 1977 insiste al afirmar Lacan“… no hay nada más natural que el automatismo mental” (…) “Pero, en verdad, de la enfermedad mental que es el inconsciente no se despierta jamás.[8]

El Padre, con su Nombre y su Metáfora, no siempre es eficaz. Y si queda forcluido, si no es operativo, deja abiertas graves brechas en la estructura, privando al sujeto, como ya vimos, del beneficio del discurso y del lazo social, de la regulación del goce y de una significación tan necesaria para un significante S1 que, al no remitir a un S2, no genera saber ni discurso, haciendo que pueda resonar (magnifico concepto) sin sentido en la cabeza del sujeto.

No hay metaforización en la locura. El significante es lo que es y no puede ser otra cosa. No hay deslizamiento, ni del significante ni de las significaciones del deseo. El psicótico no cuenta con esa defensa, al quedar excluido del campo del deseo.

Todo aquello de lalengua primaria que el lenguaje no logró significar (simbólico), no logró incluir, reaparecerá en lo real bajo la forma de alucinaciones verbales en la estructura psicótica, como significantes aislados, que vagan solos, no anudados.

Para Lacan, -así lo expresa en su texto De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis,[9] en el que debate con Henry Ey sobre este asunto-, “(…) las alucinaciones verbales son la forma más característica de fenómeno elemental”.

Por el contrario, todo aquello de lalengua que quede significado por el lenguaje ordenado por el Uno fálico, (formulado en la metáfora), quedará como enigma a descifrar en el análisis de los síntomas enmarcados en la estructura neurótica del fantasma.

En ese proceso de estructuración del sujeto, al que ya aludimos, para entrar al campo del deseo el sujeto precisa del objeto a (en tanto que Real), como separado del A (en tanto que Simbólico), significándose así la dialéctica del deseo con la falta en el Otro. Sería esperable lograr el máximo de separación entre esos dos órdenes. Pero en la psicosis se produce una grave alteración en la estructura, al no llegar a producirse en ningún caso dicha separación.

En términos borromeos, mientras que la estructura en la neurosis está compuesta por tres registros heterogéneos entre sí, que denominamos R(a), S(A), e I; en la estructura psicótica no se da esa heterogeneidad de los tres registros RSI, al no establecerse dicha separación, produciéndose con ello una continuidad entre RSI, que acabarán siendo una única y misma consistencia. Una única y misma cuerda.

El sujeto psicótico se mueve en el terreno de lo real del significante como tal o, en todo caso, del significante como ausencia o como coagulación en una cadena sin espacios, como una nueva representación de la continuidad de las consistencias cordales.

Se mueve siempre en un “entre” ambivalente. Entre lo letal de un goce pulsional fuera de la referencia fálica, y la “obligación” de hablar. Obligado a hablar, no puede decir otra cosa que “su verdad” que es el delirio, tal como lo especifica Lacan en la clase del 23 de noviembre del 1955 del Seminario 3[10], cuando dice: “La verdad en el caso del delirio, está verdaderamente explicitada, y casi teorizada”.

No puede mentir, al no haber diferencia entre su pensamiento y su discurso articulado. Primeau no puede decir más que la verdad. Esta es su su única certeza.

Esta relación a la verdad, junto al fenómeno de la transparencia propio de la telepatía y junto a la inmediatez del deseo del Otro, son más que importantes a la hora de del acercamiento y la escucha de un psicótico.

Ya sabemos que las resistencias, en la neurosis, se tornan en reticencias en el psicótico.

En el comienzo, esos significantes que no remiten a significación alguna, constituyentes de marcas de goce, aislados, que no hacen cadena y que quedan fuera de cualquier posible significación, son ruidos, puros sonidos. Pura materia del significante. Inefables, que irán humanizándose tras la acción significante del Nombre del Padre que los hará interpretables por mediación del lenguaje, de las palabras.

Pero si este proceso inicial no se realiza, aunque sea parcialmente, o si se efectúa de una forma deficitaria, el sujeto quedará a expensas de algún encuentro contingente que le lleve a repetir la misma experiencia de perplejidad y desvalimiento frente a otros significantes aislados, “fenómenos elementales” que traerán consigo de retorno en lo real, lo no simbolizado. ¿Ruidos, como los del comienzo? a los que habrá que procurar, si es posible, un espacio dentro del campo significante que los provea de algún sentido, que los haga interpretables, evitando así el desencadenamiento de la psicosis. Psicosis no desencadenada como lo fue en el caso de Joyce.

Y si esto no fuera posible, se tratará entonces de construir un delirio que pueda proporcionarle al sujeto dicho efecto de sentido.

Diferentes formas de simbolizar aquello que retorna en lo real. Construir un discurso que permita al sujeto integrarse de forma más o menos precaria en un contexto aceptable.

En adelante, hemos de entender por Nombres del Padre toda maniobra capaz de operar un sentido, más o menos estructurado, que permita al sujeto alguna forma de identificación. Una Nominación, decíamos, algo desde donde el sujeto pueda responder “en nombre propio” a las demandas del Otro (ejemplar el caso Joyce).

,

Algo que adjuntar a lo real para dar sentido, logrando con ello esa conjunción entre simbólico y real que no logró la carencia paterna.

Tal vez en Joyce, su sinthome, el proceso de elaboración de su arte, no consista en encontrar sentido a esas palabras impuestas sino, por el contrario, deshacerlas, diluirlas, destruirlas, deshacerse del S2 necesario que pueda posibilitar cualquier tipo de sentido, aislando así un S1, tal vez en un proceso inverso a la elaboración delirante.

En el curso Piezas Sueltas, Miller[11] dice que “El sinthome es el síntoma que ya no reenvía a otros significantes, y ya no llama a la interpretación. Es el síntoma reducido a su vocación de letra.”

Sinthome es un Nombre del Padre.

Sucede o no. Como vemos, hay un gran abanico de posibilidades: desde el no desencadenamiento joyceano, hasta el polo esquizofrénico (xenopático), con sus consecuentes diferencias, como podría ser caso del Sr. Primeau.

Hay casos en los que esta restitución no se hace posible, fracasa permanentemente e imposibilita cualquier forma de sustitución o estructuración de algún significante que, “ocupando” el lugar del Nombre del Padre faltante, permitiera un anudamiento, aunque “precario,” del nudo borromeo, ejerciendo como cuarto nudo.

En la psicosis se trata de cómo subjetivar la experiencia del cuerpo y de la palabra, tras la forclusión. Es decir, fuera de la dimensión significante.

Al final de la clase del 11 de abril, en el Seminario 3,[12] Lacan habla de

 “… la perplejidad del psicótico respecto al significante y (de) cómo todo sucede como si el sujeto reaccionara mediante una tentativa de restitución, de comprensión.”

Desde la perplejidad inicial a la certeza delirante hay un camino costoso, escuchado. No hay psicótico sin escucha.

Y esto es lo que hace Lacan con el Sr. Primeau[13].

Le escucha y pone en acto su deseo de analista.

Después le otorga el lugar del saber: “No veo por qué no debiera cederle. la palabra…” explora sus fenómenos elementales, sus momentos de recaída y sus desencadenamientos. Pone a prueba su capacidad de estructuración delirante y sus certezas y, en consecuencia, su capacidad para metaforizar, para encontrar algo más allá de un puro efecto de sentido que le permitiera verse incluido, como ya dijimos, en un universo aceptable que le procure alguna forma de identificación.

Nada de esto se encuentra en el Sr.Primeau, que no deja de dudar si lo que dice consigue tener un sentido. No tiene certeza alguna.

En el interrogatorio a Primeau:

Su padre, al que se refiere como ausente, inoperante… siempre fuera, por su trabajo que, según Primeau, consiste en “ir a ver a los médicos”.

A su madre la define como “una mujer muy angustiada, muy silenciosa”, que tampoco se ocupaba demasiado de él que era, a su vez, muy silencioso y cree que por un fenómeno de “ósmosis” él “también estaba muy angustiado.”

Hace referencia aconflictos entre sus padres, y lo pone en relación con su primera crisis a los 15 años, síntomas depresivos, bloqueos, experiencias místicas, alucinaciones… Más adelante, a los 24 años, ideas delirantes, (diagnosticado de delirio paranoide), “querer salvar a Francia,” apareciendo ya la cuestión de las palabras impuestas y, después, la telepatía. Trece TEC e inicio de problemas de relación con los vecinos, debido a que todos conocían sus pensamientos… lo que acabó en el ingreso actual.

Se declaraba telépata emisor: “ser oído por los otros, ser transparente…  impedimento capital para el lazo social que le incapacitaba para cualquier proyecto. Lacan sitúa en este dato el mal pronóstico que ve para el Sr. Primeau.

Ya no podía hablar: “demasiadas palabras impuestas”. Pensamientos impuestos que llegaban a bloquearle.

 Como ejemplos de esas frases impuestas: “Volver mi intelecto monárquico,” “El pájaro gris tiene bonitos senos,” “sucio sistema monárquico…” frases a las que él generalmente trataba de compensar con una réplica empezando por un “pero”: “pero el amor no ha muerto”, “pero la virtud saldrá victoriosa…” Reflexiones ineficaces toda vez que, “conocidas” por el Otro,” son objeto de manipulaciones.

Primeau indica sus dificultades con el lenguaje, al decir queestá “un poco desunido respecto al lenguaje.”

Sus intentos de elaboración poética, de transformación o descomposición de las palabras, aquello que él denomina juegas lingüísticos: cortar las palabras homofónicamente (la descomposición homófona de su propio nombre, Gerard, Geai rare, que quiere decir “arrendajo raro”), contraerlas (“venurio”: Venus+ Mercurio) … intentos de construir algo con el lenguaje son siempre fallidos.

Trata de inventar mundos mediante la mezcla de las palabras impuestas y los juegos lingüísticos. Establece dos mundos diferentes, uno real, en el que él es Gerard L., y otro imaginario en el que es “Arrendajo raro”. Ambos mundos separados, unidos (o separados) por el puente de las frases impuestas.

Él ocupa el centro en ese mundo imaginario. El centro solitario de un círculo solitario.

Queda de manifiesto la dispersión de su discurso, completamente desorganizado, y los permanentes fracasos en los diferentes intentos de dotar de un sentido mímino a ese baile de significantes. Caótico, errático y en cierto modo entregado, inerme frente a su goce, muy lejos de conseguir un delirio “restitutivo,” ni tan siquiera el atisbo de una posición de beneficio narcisista, siempre presente en el delirante.

En lo que se refiere al cuerpo, el propio Primeau, destaca “la belleza extraordinaria de su rostro:” “a la gente se le caen las lágrimas al verme tan guapo.” Dice: “A nivel imaginativo, vivo sin límites”. “A nivel de lo real, vivo limitado, aunque solo sea por el cuerpo.

También hay en Primeau un cierto empuje a la mujer.

Refiere la “sensación de experimentar ser una mujer (…) tenía determinados hábitos, me maquillaba.” “Tenía “esa impresión angustiosa del encogimiento del sexo, al tiempo que la voluntad de “saber qué es ser una mujer.” “Sexualmente estoy tan enamorado de una mujer como de un hombre.”

“Estaba acomplejado …por un falo pequeño.”

 La elección de objeto en él está basada, fuera de la diferencia sexual, en lo que define como “una belleza luminosa.

 Su experiencia sexual orgásmica, descrita tras una práctica masturbatoria, también escapa a la referencia fálica; afirma que fue“como una levitación”.

Todo queda por fuera de la significación fálica.

Las palabras impuestas son la muestra fehaciente del carácter parasitario del lenguaje. “Son frases que emergen,” dice Primeau, y frente a las que se siente manipulado

En Primeau las voces son machaconas, enigmáticas, a veces neologísticas, cacofónicas, puras construcciones significantes, y generalmente desmienten, anulan, inhabilitan, invalidan todo lo dicho por él. Todo ello porque “el Otro conoce y manipula mis reflexiones”.

Únicamente le es dado construir, jugando con las palabras, pero sin ser capaz de darles algún sentido que le sirva. Tejer y destejer, anudar y desanudar continuamente sin estabilidad alguna; crear mundos jugando con las palabras, contraerlas, cortarlas homofónicamente…

“Si tuviera un diálogo interno conmigo mismo, no sería impuesto”. reconociendo con ello la imposibilidad, la impotencia, el fracaso de sus intentos.

Pero añade que “si llegara a encontrar una posibilidad de diálogo, siempre quedará el fenómeno de la telepatía para hacerme daño.” “No llego a comprenderme, no llego a hacerme cargo de mí mismo.”

No consigue Primeau sentido ni certeza alguna.

Seguramente se trataría de un dialogo con las voces, un dialogo con el Otro, posibilitado por esa separación entre a y A, que permitiera la diferenciación de los registros y la posibilidad de algún anudamiento, la posibilidad de estructurar un delirio o, tal vez, una metáfora estabilizadora.

Es el Otro quien debería proveerle de las palabras necesarias. Pero se queda únicamente en que se oigan sus pensamientos, se conozcan o se comenten sus comportamientos, reflejo de la imposibilidad de ese dialogo, de esa diferenciación, imposibilitando la llegada del delirio. El lenguaje únicamente resuena en su interior.

Hay mucho esfuerzo tras la elaboración de un delirio que pueda atenuar la angustia de la radical soledad y la intemperie, del desvalimiento, y de la amenaza permanente en que el psicótico vive, a expensas del capricho de ese Otro del lenguaje que no le faculta, mediante la operación del Nombre del Padre la Metáfora Paterna, para buscar la salida conveniente, balsámica y eficaz para sobrevivir.

Mucho esfuerzo desde aquellos en que la incapacidad para el delirio, pasando por la estructuración de delirios muy débiles, frágiles, poco estructurados, llamados interpretativos, que apenas consiguen encauzar el goce real que retorna en el fenómeno elemental, hasta aquellos otros, con delirios  más floridos, organizados, llamados estructurados, temáticos, cuyo entramado compensaría el retorno en lo real, más allá de los fenómenos elementales, procurándole al psicótico una cierta posición subjetiva que podría acomodarle en la estabilización de una metáfora delirante.

En estos últimos es donde, propiamente, podríamos hablar de suplencia delirante del Nombre del Padre forcluido.

La incorporación, en la trama delirante, de los fenómenos elementales significados en ella, hace que estos pierdan su fuerte capacidad desorganizadora del principio.

Primeau, también nos enseña lo que es la xenopatía.

El parlêtre, el xenópata, es un ser parasitado por un Otro, amo del lenguaje. Señalando con ello la autonomía del lenguaje y de lo que de ella se deriva. Ya no hay un sujeto que habla, sino un sujeto que es hablado.

Podríamos decir que se trata de un eco que habla a través del sujeto. Erik Porge[14] en su texto La voz del eco, nos dice que se trata de “una intrusión del Otro en mí, un otro que habla y que piensa en mi lugar.” (…) “un otro es yo”.

Receptor de un lenguaje cuya procedencia desconoce. Se trata de un hombre troceado del que solo hay fragmentos. La desarticulación de una “fallida unidad interior,” más los juegos de palabras. En el caso de Primeau.

Cito de nuevo a Porge: “El espacio de su interioridad está socavado, agujereado por una exterioridad, una xenopatía; de tal manera que su ser más íntimo le resulta exterior.”Hay un círculo moebiano que hace que se pueda hablar y que, de hecho, se hable interiormente con alguien exterior.

Sin duda, es éste el interés fundamental de Lacan en el caso del Sr. Primeau, la relación paradigmática que mantiene con el significante en su aspecto más formal.  Ser hablado por Otro.

En la lección del 17 de febrero de 1976, en el seminario 23[15], Lacan dice refiriéndose a Primeau: “Por lo menos, el paciente mismo articula así eso que parece de lo más sensato en el orden de una articulación que puedo llamar lacaniana. ¿Cómo es que todos nosotros no percibimos que las palabras de las que dependemos no son, de alguna manera, impuestas?  “En este aspecto lo que llamamos un enfermo llega a veces más lejos… que un hombre de buena salud.” y “Se trata de saber por qué un hombre llamado normal, no percibe quela palabra es un parásito, un revestimiento, que la palabra es la forma de cáncer que aqueja al ser humano. ¿Cómo hay quienes llegan a sentirlo[16]?

Primeau, al igual que Joyce a la vista de su propia escritura, sufría estas palabras impuestas, “emergentes” de las que no podía reconocerse como su enunciador.

Que Joyce se hubiera salvado del desencadenamiento, que hubiera podido resolver un defecto del anudamiento borromeo efecto de la carencia paterna, que hubiera encontrado una solución a través de su arte y de hacerse un nombre, de su Ego, es a lo que Lacan se referirá como sinthome.

Cuarto nudo que permite pasar del nudo de tres al de cuatro, acabando así con la indistinción de las cuerdas, con la continuidad de las cuerdas, tal y como dice en la clase del 10 de febrero del 76, y se extiende más allá diciendo que “es solo porque algo se añade, que hace las veces de 4º nudo, que no estamos locos”.

No queda claro si Joyce, con su descomposición del lenguaje hasta llegar a escribir, como se ha dicho, “para no leer”, se deshizo así de la imposición, o si su proceder consistió en revertir, rechazar todo posible sentido de la frase, invirtiendo el vector S1–àS2, posibilitando con ello el aislamiento de diferentes S1, cual fenómenos elementales, tal como podrían parecer sus Epifanías.

Tal vez significantes non-sensical a los que se refirió Cristina Fontana en su intervención en estas jornadas.

J.A. Miller dice de este S1 que es “significante del goce y no rasgo significante, no es un elemento del Otro simbólico, sino que es un condensador de significante y goce.[17]” Y Lacan dice que, en Joyce, el texto es “para no leer[18]” (18), ya que se trata en él del goce y no del sentido. En el texto de Joyce solo hay goce.  

Los no afectos por la forclusión del Nombre del Padre, experimentamos el lenguaje como propio mediante la operación de la inversión del mensaje recibido del Otro, creyendo así que hablamos, cuando somos hablados.

No les sucede así a Primeau, ni a Joyce a pesar de sus diferencias.

A Primeau, su lucha contra esa imposición le lleva a la desesperación, y a la tentativa suicida, dada su incapacidad para encontrar ese sinthome, ese delirio, una posible salida, un cuarto nudo que le permitiera diferenciar las consistencias, y esto, posteriormente, le hace evolucionar hacia la transparencia de la telepatía, que es donde ve Lacan su peor pronóstico.

Lo importante para el pronóstico será la relación que se establezca entre el sujeto y sus fenómenos elementales: desde mantener una distancia neutralizadora y sostener una psicosis anudada, hasta la certeza delirante de la paranoia, o la perplejidad del polo más xenopático o esquizofrénico. 

A fin de cuentas, en Joyce la telepatía de su hija (la certeza de Joyce, tal vez su verdadero síntoma), se entiende como la “prolongación” de su síntoma.

Podríamos decir de esas palabras, -según la teorización foucualtiana separadas de las cosas, separadas de cualquier significación-, que podrían pensarse, precisamente, como la voz de las cosas[19].

“El esquizofrénico trata a las palabras como cosas.[20]

El significante vaga solo y puede remitirse a diferentes significados, todos ellos posibles, pero todos carentes de sentido. Y el xenópata (parlêtre) resulta un ser habitado por dicho significante “vagabundo.”

La pregunta entonces es ¿¿quién habla??  y también ¿¿qué quiere??

A mí me hablan las palabras, afirmaba un psicótico en mi consulta, envuelto en su perplejidad

 Lacan insiste en la normalidad del automatismo en la estructura, en la clase del 17 de mayo de 1977, en la que se refiere a la enfermedad mental como el inconsciente, y dice “No hay nada más natural que el automatismo verbal[21]”, justamente en el contexto de una presentación de enfermos de ese año, en la que se pregunta si, ciertamente, son enfermos. (Eco del pensamiento)

Significantes desprendidos de las cosas, como ya vimos, en el doble sentido de desprenderse del significado, así como del resto de los significantes de la posible cadena. Y aquí también podemos ver la doble tarea del psicótico: Hacer algo que permita incluir al significante “vagabundo” en una mínima cadena significante, vinculándole a alguna significación en una tarea de simbolización.

“Ruidos que se van haciendo letra, reclamándole al Otro (simbólico) una significación, que posibilite el paso del vacío inicial a la posibilidad de la voz.

Primero ruido, rumor vacío de las cosas, que se transforma en lengua. Palabras inefables que el psicótico trata de completar y humanizar.[22]

Joyce nunca desencadenó una psicosis a pesar de la forclusión del nombre del padre, que Lacan evidencia en su seminario, permitiéndonos establecer la diferencia entre ser psicótico y desencadenar una psicosis.

Admitir que se oigan los pensamientos o se comenten sus comportamientos debe suponerle al psicótico un gran sufrimiento. Muestra ahí la fragilidad de su transparencia, y se aísla tratando de ocultarse intentando preservar sus secretos. Las voces dejan al descubierto la intimidad del psicótico, no solo sus pensamientos, o sus anhelos, también sus sueños y su intimidad domestica o física, dejando con ello abierta la puerta a la manipulación.

Únicamente ese dialogo con el Otro permitirá la creación de un delirio y la dotación de un cierto sentido, que puedan aliviar esa total intemperie.

Valladolid, mayo 2022


[1] J. Lacan; Seminario 3; Las psicosis; Ed. Paidós;

[2] J. Séglas.; Lecciones Clínicas (1887-1894); Ed. Alienistas del Pisuerga; Valladolid 2012.

[3] J. Lacan ; 8 présentations cliniques à Sainte-Anne; (www.valas.fr)

[4] J. Lacan; Seminario 20, Aún; Seminario 21, Les non-dupes errent; y Seminario 22, RSI.

[5] J. Lacan Seminario 23. Clase 16/12/75. Paidós 2.006.

[6] J. Lacan; De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad; Siglo XXI ediciones, México 1976.

[7] J. Lacan; Seminario 23; El sinthome; op. cit.

[8] J. Lacan ; Seminario 24 (1976-77), L´Insu que sait de l´une bevue s’aile à mourre ; Inédito.

[9] J. Lacan; “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”; Escritos 2; Siglo XXI editores; México, 1981

[10] J. Lacan. Seminario 3, Las psicosis; Op. cit.

[11] J-A Miller; Piezas sueltas; Ed. Paidós, 2013.

[12] J. Lacan; Seminario 3, Las psicosis; op. cit.

[13] J. Lacan; 8 présentations…; Op. cit.

[14] Erik Porge. “La voz del Eco”. Letra Viva 2019.

[15] J.  Lacan. Seminario 23, El sinthome; Clases del 10 y 17 de febrero de 1976; Ed. Paidós, 2013.

[16] Ibidem.

[17] J.A. Miller; La Psicosis ordinaria; Paidós 1998.

[18] J. LACAN; Seminario 23; Op. cit.

[19] M. Foucault; Las palabras y las cosas; Ed. Siglo XXI; 1968.

[20] S. Freud “Lo inconsciente” O.C. Biblioteca Nueva Tomo VI.

[21] J. Lacan; Seminario 24, L´insu que sait…; Op. cit.; Clase del 17 de mayo de 1977; Inédito.

[22] F. Colina; Sobre la locura; Ed. Cuatro; 2013

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *